sábado, agosto 12, 2006

Sin titulo (por lo pronto)

A veces quisiera (extender las alas y) volar lejos de aquí.

Era una tarde de miércoles cuando todo empezó. Había un cielo esplendidamente azul y poca humedad en el aire.
En una casa de esas de barrios bonitos, con grandes jardines cuidados y calles limpas, una niña salía corriendo ahogada en llanto.
Llevaba falda escocesa y una coleta en el pelo.
Hacia unos momentos había regresado de la escuela, y se había encontrado con la sorpresa de que había llegado por correo su boleta de calificaciones.
Ella, al igual que sus padres, se enteró en ese instante de que había perdido el año escolar y su lugar reservado en la universidad más cara de la región.
Fue uno de esos días en los que los gritos hicieron que los vecinos pusieran atentos los oidos y abiertos los ojos junto a las ventanas. Al ver a la niña salir corriendo de casa pensaron: "Su padre se ha enojado con ella porque es una perezosa y malcriada que desperdicia el tiempo de estudio y el dinero que se gasta en él."
Estaba acostumbrada al chofer o al auto lujoso de papá, pero, herida por las palabras, la niña marchó sola de la casa, caminando.
No sabía a dónde iría. Tal vez a la casa de alguna amiga.
No, todas vivían demasiado lejos.
Si iba a casa de la abuela o de alguno de sus tíos, llamarían de inmediato a su papá. El chiste de escaparse era darle un susto de muerte que le enseñara a apreciarla y que prometiera no volver a gritarle de esa forma jamás.
Iría al cine, se metería a cualquier sala que estuviese abierta y así desaparecería un rato.
Además, el cine no estaba tan lejos de casa...

Llegó a la plaza comercial, compró un boleto en la taquilla y se metió a ver una película.
Al final de ésta, se dio cuenta de que no había visto nada, mejor se habia dedicado a pensar en otras cosas.
Esperó a que hubieran salido casi todos para entonces marcharse.
Cuando finalmente quedaban pocas personas, se levantó de su asiento y caminó fuera del lugar. Paso por la puerta y se encontró con una pared aterciopelada, todos caminaban hacia la derecha siguiendo a los que habían salido antes. Sin embargo, se preguntó qué pasaría si en vez de ir a la derecha, se dirigiera a la izquierda.
La gente pasaba junto a ella sin mirarla, y eso le dio la sensación de que podría volverse invisible si quería.
Sin que nadie le siguiera o le dijese nada, se apartó de los demás y avanzó por el pasillo solitario...

En realidad fue poco lo que encontró. Se topó con puertas de salas cerradas, algunos cuartos de servicio y a ningún trabajador del cine.
Llegó hasta una salida para empleados, la cruzó, y el sol le cegó los ojos. Había llegado a la parte posterior de la plaza.
Miró hacia el frente, cuando recuperó la vista, y se encontró con una calle que llegaba a su fin en una barda.
No conocía esa calle, a pesar de vivir tan cerca de ahí.
No había casas ni gente transitando. Sólo un pequeño negocio abierto.
Dudó unos instantes pensando en sus opciones, podía volver a entrar en la plaza y regresar a casa; o salir por ahí y ver qué más encontraba.
Optó por lo segundo.
Salió por completo y cerró la puerta, miró hacia el fondo de la calle y la cruzó dirigiendose hacia la tienda.
Llegó hasta un aparador, y en él se apoyaba un muchacho un poco mayor que ella, guapo, con un cuerpo delicado y solido. Estaba de perfil, y era el perfil más hermoso que jamás había visto. No importa cómo fuera el chico; ella así lo veía, porque acababa de caer perdidamente enamorada de él; y sentía que podía seguirlo hasta el fin del mundo si él se lo pidiera.
El rubor subió a sus mejillas y deseo tocarlo, ver su rostro completo.
El chico levanto la vista y la vio. El contacto visual duró unos segundos antes de romperse.
Su nombre ¿cuál era su nombre?
Era imperdonable amar tanto a alguien y que no supiera su nombre. Tendría que acercarse a preguntarle.
-¿Cómo te llamas?
-Oliver... ¿y tú?
-Ana.
-¿qué haces aquí, Ana?
Dificil de contestar.
-Pues lo mismo que tú.-Pero ¿qué hacía Luis ahí?
Él la miró sorprendido, levantando las cejas.
-¿Vienes por trabajo?
¿trabajo? ¿Qué trabajo?
-Sí-asintió.
-¡Bueno! Así no estaré solo.

Qué importa qué trabajo sea, mientras esté con él, nada puede ser desagradable.
Entonces, llegó el señor Ucho...

[Continuará...]

1 comentario:

trako dijo...

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