miércoles, agosto 17, 2005

Escritos de antaño III parte

Escribo para que la muerte no tenga la ultima palabra
SIN SABER CÓMO O POR QUÉ
(Mi vida era un infierno)
Mi vida era un infierno.
Mi madre era alcoholica y mi padre un pobre diablo que estaba en la cárcel por robo. Yo era un tarado; siempre reprobaba mis materias, estaba a punto de repetir por segunda vez primero de preparatoria. No tenía amigos, sólo un grupo de chicos vandalos con los que me llevó y voy de fiesta en fiesta, que siempre terminan con algún pleito pandillero o en huídas a desbandada porque la policía porque la policía aparecía de pronto. Cuando no había nada que hacer, nos refundíamos en un callejón a fumar en silencio. Yo siempre andaba haraposo, con la misma ropa sucia, no tenía para comprarme otra, mi mamá no me la lavaba y yo era demasiado huevón para lavarla. Lo único que según yo me hacía feliz era mi novia, pero sólo me engañaba a mi mismo. Es cierto, era muy guapa, morena, de ojos y cabellos bien negros. Era la zorra del barrio, le gustaba llevar botas negras, minifaldas y unos tops diminutos; el cabello siempre lo traía amarrado y se lo soltaba únicamente si lo traía humedo; se ponía maquillaje oscuro en los ojos y los labios los traía de rojo carmín. Si yo estaba con ella, permanecía junto a mí, y le encantaba provocarme, yo deseaba hacerla mía, pero no se dejaba, sólo en un par de ocasiones estuvimos en la cama, pero fue de una manera fría. Si yo no estaba, entonces rápido buscaba a quién provocar, y si podía, provocaba a varios al mismo tiempo. Yo sabía que ya había pasado al menos una noche con todos y cada uno de mis amigos, o... bueno, con los otros chicos de la banda. Siempre supe que quiza mi novia era la que más infeliz me hacía, porque yo realmente la quería. Mi vida era un infierno.

Hasta que de pronto ocurrió un milagro, no sé el por qué ni el cómo, el caso es que pasó, como cuestión de magia.
Un día desperté y vi que no me encontraba en el mismo viejo y sucio edificio en el que acostumbro pasar las noches. Estaba en una habitación grande con alfombra, en una enorme cama, que estaba comoda, muy comoda y con suaves y blancas sábanas. Había dormido muy profundamente, me sentía bien. Estaba tratando de recordar cómo llegué ahí, cuando oí qye alguien gemía y se removía a mi lado en la cama, aparté la sabana y me sentí como Adán en el paraiso al descubrir a una hermosa chica dormida a mi costado que debía ser Eva. Bueno, no era Eva, era mi novia, acostada boca arriba, dormida y respirando con ligereza. Nunca la había visto más hermosa, estaba vez no iba nada pintada, me pareció más bonita al natural, su cabello negro caía alrededor de su cabeza en la almohada, brillante y oerfumado, toda ella desprendía un agradable olor a flores, lo descubrí al acercarmele. Volví a intentar recordar, y mi mente se iluminó al ver en los recuerdos cómo nos abrazabamos y acariciabamos, cómo habíamos hecho el amor, no habíamos tenido sexo, habíamos hecho el amor, porque hasta ese instante pude sentir la calidez con la que esta vez accedió a entregarse a mí. Sin embargo, de ahí yo no pasaba, no podía recordar qué había pasado antes, nada, ni que fue lo último que hice con la banda, o a qué lugar fui antes de ir ahí, era como si hubiera borrado mi anterior vida y partía de cero en la que acababa de despertar.
Ella abrió lentamente los ojos, y al verme sonrió, giró hacia mí, pegó su cuerpo desnudo al mío y me beso en la boca para luego recostar su cabeza en mi pecho y rodearme con el brazo.
Me sentía extraño, precisamente porque no sentía extrañeza. Es decir, sentía que ella siempre había sido así, como si toda la vida fuera cariñosa, realmente transmitiendo amor, como si nunca, después del sexo, se levantara, se vistiera y se fuera. Me sentí profundamente dichoso. Aquello no era un sueño, era realidad, así que decidí no recordar nada de mi anterior vida, aunque de por sí recordaba poco.
Se levantó un poco sobre mí.
--Me voy a bañar--me dijo.--Y luego te preparó de desayunar.--me besó, y bajó de la cama, y yo la pude ver alejarse, no se cubrió ni con la sabana, así como Dios la trajó al mundo se dirigió a una puerta que yo no había visto, la abrió, era un bañi, entró y cerró. Yo estaba consternado ¿mi novia iba a prepararme algo de comer?
Me levanté y comencé a examinar el cuarto. Las paredes eran enteramente blancas. Había una mesa afuera, luego unas puertas de cristal. Salí, y descubrí el mar, azul y limpio, las gaviotas volando a lo lejos. Bajé de la terraza, la arena era blanca y suave, sin espinas, ni cristales, conchas o piedras. Miré alrededor de la casa, no había ninguna otra, estabamos practicamente en medio de la nada, el viento era agradable, no era fuerte como en la mayoría de las playas, fuerte de tal manera que te lastimaban el rostro, no, ahí no.
Salí de un relahante baño de agua caliente, me sentía fresco y limpio, y la ropa doblada lista para que me pusiera era, para variar, blanca, estaba tan limpia como yo. Me la puse, se sentía suave, era ligera y amplia, estaba a mi medida, muy comoda, yo seguía sin creer que me estuvieran ocurriendo tantas cosas maravillosas. Salí del baño, y vi a mi novia en la puerta de cristal, enrollada en un vestido blanco y largo de la misma tela sueve que el mío, dejaba libre sus hombros y tenía una apertura sobre la pierna izquierda, llevaba el cabello humedo, así que lo traía suelto.
--Ven a comer--me dijo con una sonrisa. Fui tras ella, ambos descalzos. En la mesa en la terraza me esperaba un plato de jugosa fruta que de inmediato me senté a comer. Estaba deliciosa, ella estaba sentada a mi lado sonriendome, y repetidas veces me dijo que me amaba. Ese día yo seguí, sin saber cómo o porqué había pasado.
Sólo supe que desperte en el paraíso, y nunca fui más feliz.
By Claire

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