¡Y dejé de existir!

A veces quisiera (extender las alas y) volar lejos de aqui.

El 18 de febrero, a las 2 de la tarde, Melissa fue a regañadientes hasta el cuarto de su hermana. Tocó la puerta con fuerza y dijo:
-Vanessa, dicen mamá y papá que bajes a comer.
Pero no recibió respuesta. Volvió a tocar y a llamarla por su nombre, pero como nadie le contestaba, abrió la puerta.
Se encontró con la habitación vacía.
Salió y cerró la puerta, fue hasta el cuarto del baño, el cuarto de sus padres, su propio cuarto, el patio y finalmente la cocina.
-Vanessa no está en casa-informó a sus padres sentados a la mesa.
-¿Salió?
-Pues su auto está en el garage y la bolsa con su cartera, llaves y celular está en su cuarto-dijo Melissa encogiéndose de hombros.

Dieron las 6 de la tarde y Vanessa aún no aparecía. Habían llamado a todas sus amigas, y ninguna sabía nada de ella. Informaron a todos los familiares, para que si tenían alguna noticia no tardaran en avisar a los padres.
La situación era muy extraña; nadie se había peleado con ella antes de desaparecer, y no acostumbraba salir de casa sin avisar a alguien, y menos sin su bolsa.
Sus padres salieron hacia la dependencia de policía, y Melissa se quedo en casa por si su hermana volvía.
Estaba sentada frente al televisior, un poco ansiosa, pasando los canales sin mirar nada en especial.
Entonces, oyó una puerta abrirse, y al voltear sobresaltada, se encontró con Vanessa saliendo de su habitación.
-¡Vanessa!-gritó parándose de un brinco. Su hermana la miró asustada-¿dónde estabas? Mamá y papá estaban muy preocupados por ti, pensaron que te habías escapado; a medio día yo fui a tu cuarto porque pensé que estarías dormida, ¡pero la cama estaba vacía! te busqué por toda la casa y no te encontré, ¿siempre estuviste en tu cuarto? ¿dónde estabas?
-Eh...-Vanessa parecía dudar y observó la casa con la mirada perdida-yo...-dijo lentamente.
Melissa le miró expectante.
-Yo...-continuó la otra.
Entonces, como si de pronto hubiese tenido un insight, los ojos de Vanessa brillaron y miraron a los de su hermana.
-Dejé de existir-dijo finalmente con la mirada desorbitada.

La reacción de Melissa fue tan intensa que no se puede describir con palabras. Vanessa hizo lo que pudo para lograr que la escuchara.
Le dijo que llamara a sus padres y les dijera que ya había aparecido, que se había ido a caminar a un parque, y que al encontrarse con un viejo amigo se había quedado platicando con él.
Cuando colgó el telefono, Vanessa la hizo sentarse frente a ella en un sillón y comenzó a hablar.

"Entré a mi cuarto en la mañana-hizo una pausa-y me fui a la cama llevando conmigo mi depresión, tristeza y rencor. Me disponía a dormir porque no tenía ganas de hacer nada.
Pensé en tomar un libro y leer, pero pasé junto a ellos y ni los miré.
Pensé en ponerme a escribir, pero me daba flojera ir hasta mi escritorio.
Pensé en dibujar, pero sentía que la inspiración no era favorable.
Incluso llegué a tomar mi libro para ponerme a estudiar, pero antes de poder abrirlo, lo aventé a un lado.
Así que lo único que quedaba era dormir, apesar de no tener sueño.
Al reflexionar acerca de que no quería hacer absolutamente nada, me di cuenta que en realidad lo que deseaba era dejar de existir, aunque sea por un momento. Pero no sabía como dejar de existir, así que me resigné a simplemente dormir.
Sin embargo, luego de un rato, noté que no podía abrir los ojos ni podía moverme. No sentía la cama bajo de mí. Caí en la cuenta de que acababa de deshacerme de mi cuerpo fisico.
Comencé a dejar de sentir, luego, a dejar de pensar.
¡Y deje de existir!"

Melissa la miró confundida e incredula.
-¿Qué pasó después?-preguntó.
-Abrí los ojos y me encontré acostada en mi cama-dijo Vanessa.-Pensé que todo había sido un sueño, pero me sentía extraña; eran dos sensaciones fundiéndose en mi interior. Una, de que todo lo que me rodeaba era familiar para mí, la otra, de que todo era nuevo y jamás lo había visto. Todo lo miraba sin poder contener la curiosidad, viendo detalles extraordinarios; como la sombra azul de tus ojos de la foto que tenemos juntas, del color crema de las figurillas de porcelana, la textura de las hojas de mi bonsai, pasé la mano sobre la pared y la sentí solida y firme. Era como si hubiese renacido.
Luego, salí del cuarto y te encontré a ti, te conocía pero no sabía quién eras, gritabas que yo había desaparecido, y no comprendía; según yo siempre estuve en el cuarto, y te oía hablar y no te entendía pero al mismo tiempo te entendía. Sabía que yo también podía hablar pero no sabía cómo hacerlo. Fue encontes cuando supe que de verdad deje de existir.
Melissa seguía mirandole, con la mandibula caída.
-Wow-dijo, tratando de asimilar todo lo que su hermana le acababa de decir.-Pero-comenzó-¿por qué querías dejar de existir?
-Para renacer-Vanessa asintió con la cabeza y sonrió ampliamente-para deshacerme de mi depresión, de mi tristeza y de mi rencor.
-¿Lo lograste, verdad?-preguntó Melissa; y Vanessa volvió a asentir y a sonreir con más ganas.
-¡Sí! ¡Lo logré!





Dejar de existir...
No lo intenten en casa