CoSaS Q siGo SiN eNtEndEr

Escribo para que la muerte no tenga la ultima palabra

Él volvió... pensé.
Había estado ahí siempre... esperandolo de pie en el portón de antes; con el aire golpeando mi rostro y un par de pies descalzos sumergidos en el agua junto a mí.
Desde la distancia lo vi acercarse en la misma lancha blanca; pero en esta ocasión venía solo, sin gente que me examinase.
Se detuvo y bajó de la lancha.
Ambos habíamos cambiado...
Yo no era más una princesa fodonga, me encontraba preparada para aquella ocasión, con el rostro sonrojado y los labios pintados de un color deseable; vestida de forma elegantemente humilde.
Él, se portaba con nobleza que no le había conocido nunca, llevaba la cabeza en alto, orgulloso de sí mismo. La alegría de verme brillaba en sus ojos y en sus palidos dientes.
La camisa blanca señalaba la pureza con la que había estado aguardando, y la piel tersa de su pecho asomaba llamandome a gritos.

Quedamonos viendo, hasta que le sonreí con significancia, él me correspondió y se atrevió a acercarse como si, hubisese estado esperando la señal.
Hacía tanto tiempo que no nos mirabamos, tan lejano estaba aquel día en que me dio el primer paquete.
Ahora, me tendía el segundo, él mismo, sin verme desde lejos, no, los ojos fijos en los míos y los míos en los suyos; con los cuerpos muy cerca uno del otro. Mirabame hacia arriba atravez de sus cristalinas pupilas, alzando la barbilla como quien admira la luna entre las lubes, embragándose de felicidad y satisfacción.
En tanto, yo no pensaba... yo no pensaba en lo que pasaría después, no pensaba en consecuencias, no pensaba en nada... sólo pensaba:

Es lindo.