jueves, junio 25, 2009

Escritura automática

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.

Entre actos lo vi, cuando prendieron la luz volteé, estaba detrás de mí, aplaudiendo y sonriendo con los ojos brillantes. Al instante me enamoré y quise hablar con él, me sentía destinada a conocerlo, así que lo llamé "disculpa, ¿me dices tú nobmre?". Él me miró con atención, como evaluandome. Aquel instante fue sagrado para mí, nuestro primer contacto. Nunca lo olvidaré. "Claro" dijo "soy Miguel, ¿y tú?". Vaya emoción, quise desmayarme, qué nombre más lindo. Pero, ¡Dios!, ahora debía decirle mi nombre, "me llamó Caracol" y sentí mi rostro enrojecer. Él se mostró sorprendido, y soltó una risa tan natural que no pude enojarme con él. "De acuerdo" dijo, "mi nombre real no es Miguel, es Cosmos". Oh, vaya, ahora entiendo, pero bueno, se agradece que haya sido sincero, aunque yo lo fui primero.
El resto de la noche él fue el centro de mi atención, ¿obra de teatro? No sé, no recuerdo, ¿de qué trataba? ¿Cuál era el nombre? "La guía de no se qué" o era "de la vida"? ¿La guía de la vida? ¿La vida de la guía? No tiene mucho sentido, pero ¿qué más da?
Cuando prendieron las luces volvimos a mirarnos, y sonreimos, salimos del teatro juntos, Caracol y Cosmo, Cosmo y Caracol.

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