viernes, junio 26, 2009

El ladrón

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.



Dicen que el primer beso nunca se olvida, aunque la mayoría de los primeros besos resultan ser de lo más decepcionantes. Además, un beso es sólo un beso... con todo lo que esto conlleva.

Que brinquen las chispas en todas direcciones y tengamos ese ansioso deseo de fundirnos en los labios de la otra persona es maravilloso, pero si lo buscamos en cada beso que se pone en nuestro camino nunca lo encontraremos. 'El beso' es el que nos encuentra a nosotros, cuando menos nos lo esperemos, con quien menos nos lo esperemos.

Mientras llega, tendremos que conformarnos con otro tipo de besos. Mi favorito son los besos robados, son los más divertidos, los que traen consigo más variedad de emociones: cuando se planea robar un beso, se alterarán los nervios a su máximo y no se puede estar quieto, es ese estado de extasis, de tensión que se vive cuando uno trata de ser paciente hasta que llegue el momento adecuado, y mientras "¡ahí voy!" y te inclinas hacía adelante, y de repente "¡Dios, no!" y te echas para atrás, arrepintiéndote de inmediato "¡contras! ¿y si ya no hay oportunidad?" y la otra persona ni en cuenta, hablando tan campante sin saber que en el interior de su interlocutor se desarrolla una batalla campal, se jalan hilos invisibles en todas direcciones y saltan los pensamientos "acercate más" "cierra los ojos" "lo único que necesito es un movimiento rápido".

Luego de un prolongado sufrimiento (no importa si fueron dos minutos o unas semanas, el
sufrimiento antes de robar un beso siempre es prolongado), llega el momento, o el instante deberia decir, esa diminuta fracción de segundo en la que los ojos del otro se desvían, y las cosas repentinamente se ven en cámara lenta, una luz divina ilumina la mente "es el momento" y se ataca: rápido, silencioso, sin dolor, con una retirada instantanea y un remolino de emociones girando a nuestro alrededor: triunfo, euforia, nerviosismo, temor, triunfo, euforia, temor, nerviosismo, euforia, temor...

El corazón se encoge en el momento de observar la reacción del otro (unos prefieren saltarse esta parte, levantarse de un brinco y salir corriendo), y no sólo el corazón, el cuerpo entero se encoge. Hay de dos: o la victima (después de salir de su sorpresa inicial) sonrie, rie y se sonroja, o mira con indignación, bufa, grita, golpea, reclama y se marcha. Esta última opción a menudo es dolorosa para el ladrón, pero les voy a decir algo que a lo mejor los tranquiliza: en el fondo (quiza muy en el fondo) a la victima siempre le va a gustar, porque además de una falta de respeto, siempre será el mejor de los halagos. Y después de pensarlo un momento, aparecerá un pequeño amago de sonrisa en la comisura de la boca, seguido de imágenes mentales repetitivas del momento "cero" que ayudan a materializar y eternizar en nuestra piel la sensación del contacto con la boca de la otra persona.

Es una experiencia única, y todos deberían haber robado por lo menos un beso en su vida, y todos deberían dejar que les roben un beso, por lo menos una vez en su vida.

1 comentario:

Yoyirs87 dijo...

Jjajajajaj ¿a quién le robaste un beso Ceci? yo nunca he robado uno pero tu escrito me recordó a jacob y bella en eclipse, si así como lo oyes ya lo leí jajajja, te invito a visitar mi blog.

Adorable
Gráficos con escarcha


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