jueves, mayo 10, 2007

Si los espejos hablaran o escribieran

A veces quisiera (extender las alas y) volar lejos de aqui.

Bueno, como lo prometido es deuda, aki les traigo el cuento que escribi para mi taller de escritura. El maestro se llevo una copia para hacerme unas correcciones, así que en cuanto sepa que arreglarle lo hare, pero mientras, les dejo el borrador para que lean.
Por cierto, debo decir que de no ser por ese taller, a lo mejor nunca se me hubiese ocurrido escribir esto!!

Si los espejos hablaran o escribieran

Bitacora del espejo del baño de damas número dos del centro comercial.
Viernes 4 de Mayo de 2007
Otro día termina.
Aquí me encuentro para registrar los hechos más interesantes de la jornada.
Como cada mañana, amaneció sin que yo me diera cuenta por la falta de ventanas en este lugar.
Sin embargo, puntuales como siempre, encendieron las luces a las 10:30 de la mañana, obligándome a despertar bruscamente y cegándome por unos instantes.
A las 10:40 de la mañana, la señorita Doris entró para realizar la limpieza matutina. Traía sus audífonos y su MP3 para escuchar música, hoy tarareó una nueva canción que en lo muy personal, es espantosa: Limpia Parabrisas.
Supongo que ese era el nombre de la canción, pues lo único que decía fue: ¡Parabrisas, limpia parabrisas! ¡Parabrisas, limpia parabrisas!
De desayuno, masticó su chicle mientras trapeaba; y antes de salir, lo pegó debajo del lavabo como lo ha hecho cada mañana desde que trabaja aquí.
Suspiro.
Las primeras horas del día fueron aburridísimas, para variar.
Hasta las 12:03 comenzó lo bueno, pues a esa hora entraron una señora con su hija.
La madre se apresuró a satisfacer sus necesidades mientras que la pequeña se quedo a esperarla justo frente a mí. Esta niña tenía una flexibilidad increíble en sus músculos faciales. Abrió la boca desmesuradamente, sonrió de forma grotesca, me enseñó todos sus dientes, se jaló las mejillas hacia abajo y luego, se levantó la punta de la nariz para examinar sus fosas nasales, permitiéndome ver todo el contenido. Lo más horrible fue cuando metió su dedo meñique en uno de los orificios, sacando un mocazo especialmente grande, que observó un poco para después restregar el dedo contra la pared, deshaciéndose de él.
¡Acababan de limpiar el baño! Tendría que aguantar el mocazo hasta el día siguiente.
Después de esa desagradable experiencia, comenzó el desfile de traseros con una muchacha, que al verse sola en el baño, se paró de espaldas a mí y comenzó a levantar y dejar caer sus glúteos con las manos. Los apretó una y otra vez hasta que entró alguien al baño y se apresuró a fingir que sólo se subía el pantalón.
Me hubiera gustado decirle: Sé realista amiga, no quedarán firmes ni crecerán por mucho que te pellizques.
Finalmente, de aquellas que se paran de espaldas a mí, giran la cabeza casi 340º como contorsionistas, se ponen de puntillas y se examinan el pantalón, según yo para asegurarse de que no ocurrió ningún accidente, hubo cinco. Un poco más de lo normal, pero es comprensible puesto que hoy es viernes y más gente visita la plaza.
A las 3:17 de la tarde, una muchacha se puso de perfil y metió y sacó la panza varias veces, como para tomarse la foto del antes-después de la dieta.
A las 5:10, una mujer alta de buena presencia olvidó su teléfono celular y su cartera al salir. La siguiente señora que entró, miró con curiosidad los objetos, y justo antes de tomarlos, entró una mujer de baja estatura que llevaba consigo a dos niñas. Al ver la cartera y el celular, los ojos le brillaron.
-¡Oh, qué bueno que no se los han llevado!-exclamó con fingido alivio y en voz muy alta, llevándose la mano a la boca y sonriendo, mientras que con la otra mano tomaba las cosas y las guardaba en su bolso.-Odio ser tan olvidadiza, vamos.
Salió arrastrando a las dos pequeñas quienes gritaban que aún no habían hecho pipí.
-¡Ladrona!-me hubiera gustado gritarle.
A las 5:30 ya se oía el bullicio de los compradores que iban y venían de las tiendas. La música me llegaba como un zumbido con ritmo.
En una de las muchas invasiones al baño por niñas, mujeres y ancianas que habían estado dos horas y media sentadas en una sala de cine tomando refresco, hubo un grupo de diez adolescentes que se acomodaron a lo largo del lavabo frente a mí y comenzaron a retocarse el maquillaje, prestándose entre ellas las pinturas, y se acomodaron la ropa: una de ellas metió sus manos dentro del sujetador para acomodarse los pechos. Tardaron tanto, que detrás de ellas se formó un grupo de mujeres que esperaron pacientes para lavarse las manos.
-¿Viste cómo se vistió Daniela? Qué asco, te juro que qué asco. Yo me suicidaría si fuera como ella. ¿A caso no ve que el color azul no le queda? Pienso que necesita hacer dieta. Con razón no tiene novio. Qué horrible color de uñas.
Dí gracias al cielo por ser un espejo y no una de ellas.
Diez o quince minutos después, llegaron un par de muchachas a las que les calculé catorce años. Desde antes de que las viera ya las oía intercambiar reclamos, caminaron hasta los cubículos echándose culpas, mientras se lavaban las manos se dijeron horribles sarcasmos, y justo antes de salir, se gritaron:
-¡Eres una pobre polloboba!
-¡Al menos no soy una pobre zorra!
Por lo que entendí del pleito, la más bonita de ellas había ido al cine con el enamorado, pero había llevado a su amiga, quien por alguna razón se sentó entre la bonita y el pretendiente, y ese fue el móvil de la pelea.
A las 7:43 de la noche, una señora mayor entró, y caminó hacia los cubículos, paso a paso, bastonazo a bastonazo. Entró en uno de los compartimentos poco a poquito, batalló para ponerle el seguro, y se quedo ahí cerca de siete minutos. Cuando salió y se acercó lentamente hacia los lavabos, diez personas ya habían entrado y salido del baño.
Mientras se lavaba las manos, abrió la boca y sus dientes postizos cayeron. Entonces la señora se apresuró a ponérselos, para salir a toda velocidad del baño ante las miradas de la gente asqueada.
Dieron las 8:35 de la noche, pronto las tiendas comenzarían a cerrar. Acababa de terminar una función de cine y en mi baño había una fila enorme de gente esperando.
Una muchacha entró con gesto nervioso y pareció horrorizarse ante tanta gente. Corrió hasta el primer bote de basura que vio, y ahí mismo comenzó a vomitar inconteniblemente, metiendo el dedo hasta el fondo de la boca, en un intento desesperado por deshacerse de la abundante cena que acababa de ingerir.
Todas salieron del sanitario de inmediato,así la chica pudo limpiarse y llorar en privado. Se le veía triste, con el rostro demacrado con profundas ojeras y poco brillo en la mirada.
Eso fue lo último que vi.
En cuanto dieron las nueve, el ruido en el centro comercial fue aminorando. Las tiendas empezaron a cerrar y a las diez menos diez apagaron mis luces.
Ahí pudo haber terminado mi relato de hoy, pero hubo más.
No había pasado ni media hora desde que di por finalizados los eventos del día, cuando de repente oí ruidos de pasos y voces entrecortadas, así que me puse atento.
Las siluetas que se movían de forma ansiosa en la oscuridad pertenecían a un muchacho y una muchacha, tal vez que salían de la última función del cine.
Él la cargo para sentarla en el lavabo y ella apoyó su espalda en mi frío vidrio que de inmediato se empañó. Hacían movimientos y sonidos que yo nunca haré. Qué envidia me dieron.
Pobre chico. Justo en el momento de más intensidad, la muchacha lo detuvo en seco y le dijo que debían salir porque si no, quedarían encerrados en la plaza.
No importó todo lo que él le insistió por un poco más, ella se puso de pie, se arregló la ropa fuera de lugar y salió precedida del novio-cara-de-frustrado.

Qué ganas tuve de soltar la carcajada.

AnGeL ClaiRe

2 comentarios:

aRwen dijo...

ESTA GENIAL!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

muy bueno el cuento jaja. ya hacia falta leer algo tuyo ninia, nos estamos viendo, tqm

Adorable
Gráficos con escarcha


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