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Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.

Anahí y Cecilia Mijares en la cocina de su tía Angelina.

Anahí: Amo que tía Angelina sólo tenga platos de porcelana.
Cecilia: ¿Por qué?
Anahí: Porque no tiene de plástico.
Cecilia: ¿Qué tienes contra el plástico?
Anahí: ¡Se derrite en el microondas!
Silencio. Cecilia se burla de Anahí porque se le quemó un plástico en el microondas.
Anahí: ¡Sí! Todavía me acuerdo de áquel día, cuando eramos pequeñas, que intentamos hacer caramelo en el microondas.
Cecilia: ¿Qué?
Anahí: ¿No te acuerdas?
Cecilia: No, ¿cuándo?
Anahí: Tenías una de esas paletas de caramelo y me dijiste que si la derretiamos podíamos hacer caramelo líquido.
Cecilia: ¡No me acuerdo!
Anahí: ¡Sí! Pusimos la paleta en uno de esos tuppers chiquitos del tamaño de una cartera y lo metimos al horno para que se derritiera y tuvieramos caramelo líquido.
Cecilia (riendo): No me acuerdo.
Anahí: Sí, lo dejamos ahí y nos fuimos, y de repente, empezamos a oler quemado.
Cecilia sigue riendo.
Anahí: Lo sacamos y el plástico del tupper estaba todo splash plash plash cuash ¡ahh!
Cecilia no puede parar de reír.
Cecilia (entre risas): y, ¿qué hicimos?
Anahí: Todavía no habían construido la sala de fiestas de enfrente y era puro monte, y como no estaban papás agarramos el traste, salimos de la casa y lo lanzamos ahí.
Se le salen las lagrimas a Cecilia y tiene el rostro contraído por la risa.
Anahí: Ese día aprendí que no se deben meter cosas de plástico al horno.