domingo, junio 29, 2008

El invierno de Nadie

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.

Traten de imaginarse lo que pasaría... si en lugar de estarlo leyendo, lo estuvieran escuchando...

El invierno de Nadie

Los escritores suelen hablar en sus novelas sobre “tardes lluviosas de abril”, en las que los enamorados se besan apasionadamente bajo manzanos verdes y los niños corretean por el lodo carcajeándose. Esto es porque a la gente normal generalmente le gustan los meses cálidos del año.


Pero a Nadie le agrada el invierno y sus meses ventosos, a Nadie le apetece que sea diciembre para sentir los cortantes copos de nieve sobre la piel y que llegue febrero para enrollarse una bufanda en el cuello y, mientras todos los demás duermen, salir a la media noche para subir hasta lo más alto de la colina a que el aire frío golpee su rostro y los ojos se le humedezcan.

Nadie acostumbra dejar que las lágrimas surquen su rostro mientras admira la luna, pálida y distante, como si fuera un reflejo suyo, mientras todo su cuerpo tiembla y se estremece.

Nadie puede entender la belleza de los árboles pelones y de ramas quebradizas, que crujen de vez en cuando si pasas el tiempo suficiente junto a ellos, escuchando sus susurrantes quejidos.

Nadie aprecia el valor real de los días nublados, que son tan blancos y relajantes si Nadie logra concentrarse para dejar de oír por lo menos durante unos instantes.

Pero sobre todas las cosas, Nadie nunca olvidará aquel invierno especial en que vio por primera vez a alguien con unos ojos tan grises y gélidos como las nubes que los cubrían y piel tan blanca como la nieve que los rodeaba, mirarle desde el otro lado de la calle, haciéndole sentir de repente un calor tan intenso que incluso se apartó la bufanda del rostro para sonreírle.

Un poco después, Alguien salió de su vida, tan repentinamente como había llegado, con el brote de la primera rosa que anunciaba la primavera, dejando detrás de sí recuerdos de colinas iluminadas por lunas llenas, árboles crujientes y ojos brillosos por el frío.

Aunque Nadie lloró por la pérdida, pronto logró recuperarse y olvidar; porque Nadie es capaz de sentir el dolor como un simple sopló de aire frío que recorre el cuerpo y sólo temblar un poco.

Adorable
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