jueves, febrero 21, 2008

Clis de Sol

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.

Espero que lo entiendan
el texto está medio raro pero juro que así es

el autor? Manuel Gonzales Magón

enjoy it

No es cuento, es una historia que sale de mi pluma como ha ido brotando de los labios de ñor Cornelio Cacheda, que es un buen amigo de tantos como tengo por esos campos de Dios. Me la refirió hará cinco meses, y tanto me sorprendió la maravilla el no comunicarla para que los sabios y los observadores estudien el caso con el detenimiento que se merece.Podría tal vez entrar en un análisis serio del asunto, pero me reservo para cuando haya oído las opiniones de mis lectores. Va, pues, monda y lironda, la consabida maravilla.Nor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de edad, como nacidas de una sola "camada" como él dice, llamadas María de los Dolores y María del Pilar, ambas rubias como una espiga, blancas y rosadas como durazno maduro y lindas como si fueran "imágenes", según la expresión de ñor Cornelio. Contrastaban la belleza infantil de las gemelas con la sincera incorrección de los rasgos fisionómicos de ñor Cornelio, feo si los hay, moreno subido y tosco hasta lo sucio de las uñas y lo rajado de los talones. Naturalmente se me ocurrió en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de boquirrubias. El viejo se chilló de orgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés de la peluda mano y contestó: -¡Pos yo soy el tata, más que sea feo el decilo! No se parecen a yo, pero es que la mama no es tan pior, y pal gran poder de mi Dios no hay nada imposible.-Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así como las chiquitas?-No, señor; en toda la familia no ha habido ninguno gato ni canelo; todos hemos sido acholaos.-Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan nacido con ese pelo y esos colores?El viejo soltó una estrepitosa carcajada, se enjarró y me lanzó una mirada de soberano desdén. -¿De qué se ríe, ñor Cornelio?-¿Pos no había de rirme, don Magón, cuando veo que un probe inorante como yo, un campiruso pion, sabe más que un hombre como usté que todos dicen qu'es tan sabido, tan leído y que hasta hace leyes onde el Presidente con los menistros?-A ver, explíqueme eso.-Hora verá lo que jue.Nor Cornelio sacó de las alforjas un buen pedazo de sobado, dio un trozo a cada chiquilla, arrimó un taburete, en el que se dejó caer satisfecho de su próximo triunfo, se sonó estrepitosamente las narices, tapando cada una de las ventanas con el índice respectivo, restregó con la planta de la pataza derecha limpiando el piso, se enjugó con el revés de la chaqueta y principió su explicación en estos términos:-Usté sabe que hora en marzo hizo tres años que hubo un clis de sol en que se oscureció el sol en todo el medio; bueno, pues, como unos veinte días antes Lina, mi mujer, salió habelitada de esas chiquillas. Dende ese entonces le cogió un desasosiego tan grande que aquello era cajeta: no había cómo atajala, se salía de la casa de día y de noche, siempre ispiando pal cielo; se iba al solar, a la quebrada, al charralillo del cerco, y siempre con aquel capricho y aquel mal que no había descanso ni más remedio que dejala a gusto. Ella había sido siempre muy antojada en todos los partos. Vea, cuando nació el mayor jue lo mesmo; con que una noche me dispertó tarde de la noche y m'hizo ir a buscarle cojoyos de cirgüelo macho. Pior era que juera a nacer la criatura con la boca abierta. Le truje los cojoyos; endespués otros antojos, pero nunca la llegué a ver tan desasosegada como con estas chiquitas. Pos hora verá, como l'iba diciendo, le cogió por ver pal cielo día y noche, y el día del clis de sol, qu'estaba yo en la montaña apiando un palo pa un eleje, es qu'estuvo ispiando el sol en el breñalillo del cerco dende buena mañana.Pa no cansalo con el cuento, así siguió hasta que nacieron las muchachitas estas. No le niego que a yo se m'hizo cuesta arriba el velas tan canelas y tan gatas, pero dende entonces parece que hubieran traído la bendición de Dios. La mestra me las quiere y les cuece la ropa, el Político les da sus cincos, el Cura me las pide pa paralas con naguas de puros linoses y antejuelas en el altar pal Corpus y, pa los días de la Semana Santa, las sacan en la procesión arrimadas al Nazareno y al Santo Sepulcro; pa la Nochebuena las mudan con muy bonitos vestidos y las ponen en el portal junto a las Tres Divinas. Y todos los costos son de bolsa de los mantenedores, y siempre les dan su medio escudo, gu bien su papel de a peso gu otra buena regalía. ¡Bendito sea mi Dios que las jue a sacar pa su servicio de un tata tan feo como yo...! Lina hasta que está culeca con sus chiquillas, y dionde que aguanta que no se las alabancén. Ya ha tenido sus buenos pleitos con curtidas del vecindario por las malvadas gatas.Interrumpí a ñor Cornelio temeroso de que el panegírico no tuviera fin, y lo hice volver al carril abandonado.-Bien, ¿pero idiái?-¿Idiái qué? ¿Pos no ve que jue por haber ispiao la mama el clis de sol por lo que son canelas? ¿Usté no sabía eso?-No lo sabía, y me sorprende que usted lo hubiera adivinado sin tener ninguna instrucción.-Pa qué engañalo, don Magón. Yo no juí el que adevinó el busiles. ¿Usté conoce a un mestro italiano que hizo la torre de la iglesia de la villa: un hombre gato, pelo colorao, muy blanco y muy macizo que come en casa dende hace cuatro años?-No, ñor Cornelio.-Pos él jue el que m'explicó la cosa del clis de sol.

martes, febrero 12, 2008

Ya no dejaré guionismo jaja

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.

El ejercicio consistía en escribir una historia en base a algo extrao que hubiesemos visto en el carnaval.

La reina
Imagina... que tienes puesto un vestido hecho de seda, largo, largo, de color azul cielo, con detalles de diamantes y bordados con hilos de plata. Ponte las zapatillas, con cuidado para que no se rompan; lastima que no son de cristal. Ahora los guantes, los blancos elegantes que te llegan detrás del codo. Acomódate el peinado, tu cabello no debe alzarse con el viento; cuidado con la corona, así, que no quede torcida sobre tu cabeza.
Listo. Mírate, nunca te has visto tan esplendorosamente bien.
Camina con la espalda bien recta, así, es importante el porte elegante. Con delicadeza y calma, no tienes prisa por llegar a ningún lado, deja que todos te admiren ¡mira cómo te admiran! ¡Mira cómo te sonríen! Creo que les gustas. Y te señalan, y te siguen con la mirada, algunos van detrás de ti haciéndote fiesta, los de adelante abren camino entre la multitud para que pases.
Sonríe. Las reinas siempre sonríen a sus admiradores. Las reinas caminan con gracia, un pie tras otro pie, las manos juntas sobre el estomago y los hombros echados hacía atrás, la barbilla paralela al suelo.
-¡Enrique! ¿qué haces?
-Mi nombre es Enriqueta.
-¿Me quieres explicar de qué se trata esto?
-Soy una reina.
-¿Una reina?
-Ash... Sonia, es carnaval y quise disfrazarme de reina, pero me lo estás arruinando.
-¿Disfrazarte de reina? Enrique... qué...¡tienes cuarenta y dos años! ¿No crees que ya estás un poco grande para disfrazarte en carnaval? ¡Vamos! ¡Quítate esa corona que estás haciendo un ridículo enorme, y de paso, me estás haciendo quedar en ridículo a mí también!
-¡No! ¡Déjame! ¡DÉJAME! ¡Soy una reina!
-¡Enrique! ¡Si no te detienes, a ver dónde duermes hoy porque en la casa no lo harás!
-¡Soy una reina!
Déjala que se vaya, pobre, está celosa. Tú mejor sigue con lo tuyo. Sonríe y camina, camina y sonríe, que la gente a tu alrededor te celebre, que te lancen rosas. Hoy es el mejor día de tu vida, por que hoy... ¡eres una reina!

domingo, febrero 10, 2008

Guanajuato con todo el corazón

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.

La banca en Guanajuato

A veces sueño que regreso a ese lugar, ahí donde te conocí y entonces volvemos a ser los amigos de antes.
Otras veces sueño que regreso pero no te veo; así que camino sobre calles cubiertas de piedras hacía nuestra pequeña banca donde siempre esperas.
Pero cuando sueño que regreso para no encontrarte en aquélla banca, me pongo como loca y te busco por todos lados, por los callejones, en los balcones, en cada plaza y me pongo atenta a las leyendas que circulan por si a caso en alguna de ellas llegase a oír tu nombre.
“Dicen que esperó y esperó durante años pero ella nunca volvió...”
Esos sueños son los peores. Me despierto de golpe sintiendo una terrible culpa y angustia, añorando Guanajuato y aquellos años en que podía viajar a cada instante hasta ti.
Es por eso que un día decidí que ya era tiempo de darte un lugar. Dejé todo lo que tenía que hacer, no importa que fuera muy importante, me subí a un camión y viajé durante varias noches.
Hablé a tu casa y te dejé un mensaje en la contestadora para que nos viéramos en la plaza de las ranas a medio día, ahí donde las banderas ondulan hacía el cielo.
Es mi lugar favorito, porque no hay bancas vacías que me hagan llorar, y sí recuerdos de nosotros burlándonos de las ranas que copulan mientras caminamos juntos, recorriendo las calles y callejones empinados detrás de una estudiantina ruidosa durante la noche.
Te esperé muchas horas, desde que el sol estuvo en lo más alto del cielo hasta que mi sombra larguirucha contra el suelo fue desvaneciéndose al caer la noche.
Después de eso volví al hotel, en el que siempre me hospedo, para que pudieras encontrarme en caso de que no hubieras escuchado el mensaje a tiempo; pero seguí esperando en vano.
Finalmente llegó el momento en que tuve que volver a casa y resignarme a seguir soñando que visito Guanajuato, que no encuentro la banca y que me quedo parada en medio de la plaza de las ranas, preguntándome si aún me esperas sentado, o si te has levantado para no pensar más en mí.



jueves, febrero 07, 2008

Inventario

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.


Inventario

Diez botes de anticongelante.
Ocho de aceite para autos.
Once de líquido para frenos.
Suspiro.
Mil coches pasando a mi lado haciendo escándalo.
Cinco compañeros de trabajo amargados, y dos insoportables.
Cerca de cien clientes al día, algunos malhumorados, otros con prisa, y algunos más con una odiosa felicidad pintada en el rostro.
Y yo, trabajando dos turnos en esta gasolinera, esperando la primera oportunidad para cambiarme de trabajo.


miércoles, febrero 06, 2008

2:30

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.


Las dos y media

Otra vez tarde. Dos y media y aún no hay señales de que vayan a venir a buscarme. Creo que piensan que seis horas seguidas de estar en la escuela con este caluroso uniforme no es suficiente para mí.
Hay sol y mucha hambre, y mis amigas y yo tenemos que amontonarnos bajo un pequeño árbol a esperar, a veces hablando mucho, a veces en silencio. Lo peor de todo es cuando recogen a todas las demás y yo me quedo sola apoyada en la pared, y hasta veo que cierren la puerta de la escuela.
Lo único bueno es que es en esos momentos cuando puedo estar tranquila. Ya no hay clase, así que no tengo prisa por llegar a ningún lado; no tengo un escritorio donde sentarme, de forma que no puedo hacer la tarea, y es por eso que sólo puedo sentarme a mirar el otro lado de la calle, a escuchar lo que dicen o a contar alguna experiencia aterradora con el maestro de química.
Ahí me entero de las fiestas que habrá el fin de semana, de los nuevos chismes que surgen día con día, de las respuestas del examen y de otras tantas cosas que de las que no me enteraría si fueran a recogerme temprano.
Supongo que después de todo no es tan malo estar aquí hasta tan tarde, aunque el amontonamiento de gente me haga sudar de más y me haga perder media hora de siesta en casa.
¡Vaya! Por fin llegan por mí.
-¡Ya me voy!- grito con alegría y un dejo de victoria porque llegaron a buscarme antes de que me quedase totalmente sola. Me apresuro a mover a mis compañeras que están en el camino, recojo mi mochila del suelo y me levanto caminando hasta la calle.
Entonces el auto se acerca a mí, y con la misma, pasa de largo sin reducir la velocidad siquiera. Las risotadas de mis amigas se dejan oír a mis espaldas mientras siento que la sangre bulle en mi rostro caliente. La señora que iba manejando ni siquiera se parecía a mi mamá.
Avergonzada regreso a mi puesto inicial, dejo la mochila en el mismo lugar y me recargo en la pared, al tiempo que lanzo un largo y profundo suspiro.

viernes, febrero 01, 2008

De nuevo volví a guionismo

Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.





Es triste porque cada vez está más cerca el momento en que deje de ir, pero pues mientras, aprovecharé lo que pueda. Aquí está uno de los segundos escritos que hice (el primero fue el del inodoro). Eventualmente subiré los demás para no quemarlos de una sola entrada.


El ejercicio consistía en vincular emocionalmente al sujeto (el de la foto) con el ambiente (también de la foto).

Mi gran pequeñez

La gente suele decirme que soy grande, muy grande. Nunca entiendo si lo dicen por mi voluminoso físico, o si lo dicen porque les caigo muy bien, de cualquier forma se agradece el gesto.
Pero cuando miro a mi alrededor y notó la inmensidad del mundo, me doy cuenta de que en realidad soy muy pequeño, tan pequeño que llegó a ser insignificante.
La otra vez salí a pasear con mis amigos, uno de esos domingos en que no hay nada que sea mejor para hacer que ir a un lugar de interés turístico para comer en un picnic y caminar todo el día tomándonos fotos.
Nos fuimos a un parque ecológico que no quedaba muy lejos y que aún no conocíamos, y ahí nos pasamos la mañana y la tarde, dejando para lo último la gran atracción del lugar: una cascada enorme, de esas que dejan caer agua desde setenta metros de altura, de esas que intimidan.
Cometí el gran error de levantar la mirada cuando estuve junto a ella. No sólo mis ojos fueron picoteados por miles de diminutas gotas de agua, si no que además me sentí tremendamente chico, con la sensación de un encogimiento de corazón incluido.
No estoy muy seguro de cómo fue que me sentí exactamente, pero sin duda fue una sensación que nunca olvidaré, algo como cuando miras el vacío y temes caer en él.
Desde entonces, en lugar de dar las gracias cuando alguien dice que soy grande, me callo la boca y pienso en el tamaño del océano, en la profundidad del cielo o en el limite del tiempo.

Adorable
Gráficos con escarcha


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